La huida de la Eisenstein, N.º 4 by James Swallow

La huida de la Eisenstein, N.º 4 by James Swallow

autor:James Swallow [James Swallow]
La lengua: spa
Format: epub
editor: MINOTAURO
publicado: 2016-06-10T00:00:00+00:00


Solun Decius observó cómo su comandante se guardaba apresuradamente un puñado de papeles en una cartuchera del cinturón y apartaba la mirada, como si no estuviera preparado para mirarlo a los ojos.

—Decius —logró decir—, informa.

—Hemos encontrado resistencia —dijo con gruñido—. Yo… Nos hemos enfrentado con lo que quedaba de los hombres de Grulgor. Hicieron un intento de llegar al muelle de carga. Sufrimos algunas bajas mientras los repelíamos. —En la cara de Decius se formó una mueca—. Fue una carnicería.

Garro se lo quedó mirando.

—Ellos habrían hecho lo mismo con nosotros si hubieran tenido la oportunidad. ¿Por que crees que Typhon nos colocó tanto a Grulgor como a mí en esta nave, si no para acabar conmigo en el momento adecuado? Decius quería dar rienda suelta a los pensamientos que le bullían en la cabeza, decir que tal vez tenía razón, pero que quizá Garro era el único en la lista de víctimas. Miró con furia al suelo. Lo que más le exasperaba era que no había tenido la opción de elegir. Su destino estaba ahora ligado al del capitán de batalla, pasara lo que pasara. Sí, tal vez esto habría sido lo que Decius habría elegido si hubiera tenido la oportunidad de hacerlo, pero el hecho de no haber podido decidir era lo que le hacía rebelarse.

Su mentor leyó la emoción en su rostro.

—Habla libremente, hijo.

—¿Qué quiere que diga? —protestó acaloradamente Decius.

—La verdad. Si no lo haces aquí y ahora, no volverás a tener la oportunidad —replicó Garro manteniendo su tono habitual—. Quiero que me digas exactamente qué piensas, Solun.

Se produjo una larga pausa mientras Decius intentaba ordenar las ideas que provocaban su resentimiento.

—Acabo de matar a tres hombres que llevaban mi mismo uniforme —dijo, señalando con la cabeza hacia el corredor y el resto de la nave—. No eran alienígenas ni mutantes, sino Guardias de la Muerte, ¡mis hermanos astartes!

—Esos hombres dejaron de ser nuestros hermanos en el instante en que eligieron seguir el camino de Horus en vez de el del Emperador —respondió Garro con un suspiro—. Comparto tu dolor por lo sucedido, Solun, más de lo que piensas, pero se han convertido en traidores…

—¿Traidores? —La ira explotó en su interior—. ¿Quién es para decidir eso, capitán de batalla Garro? ¿Qué autoridad posee para decidir tal cosa, señor? ¡No es el señor de la guerra, ni un primarca, ni siquiera el primer capitán! ¡Pero aun así, ha tomado una decisión por todos nosotros! —Garro lo observó sin responder. Decius sabía que osar dirigirse en ese tono a un oficial superior era motivo de reprimenda y castigo, pero, a pesar de ello, no podía controlar su rabia—. ¿Qué sucedería si… si resulta que somos nosotros los traidores, capitán? Horus no dudará en clasificarnos de tales en cuanto sepa lo que hemos hecho.

—Tú has visto lo que yo he visto —dijo su comandante sin inmutarse—. Tarvitz, Grulgor, las órdenes de matar de Eidolon y de Typhon… Si existe alguna explicación que pueda justificar todo esto, que permita olvidar todo lo sucedido, me gustaría mucho conocerla.



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